Excesivo. Desatado. Loco. Tres adjetivos que unidos a la palabra ‘tebeo’ pueden ser sinónimo o de obra maestra o de puta mierda. Incluso, aunque suene contradictorio hablando de extremos, hay espacio para el término medio. En estos terrenos se mueve ‘La plaga verde‘ (Ninth Ediciones), de Michaël Sanlaville, atípica ‘bande desinée’ que respira aires de  animación japonesa  y que pervierte con alegría conceptos clásicos de la ciencia ficción. Esta es una historia con plantas come-testículos, sectas feministas, y un tipo cuyo fluido seminal cotiza al alza en un mundo de mujeres.

‘La plaga verde’ nos presenta a Murphy, un maromo que va en su buga molón tan tranquilo y que se encuentra de morros con una invasión de plantas carnívoras cuyo manjar favorito es el aparato reproductor masculino. El protagonista se salva de la emasculación por los pelos, y acaba siendo rescatado por las seguidoras de una secta feminista que se ha refugiado del exterminio verde en lo alto de la chimenea de una antigua fábrica. Allí es mantenido prisionero junto con una monja del culto a la gran planta, un niño llamado Abdou -la semilla del futuro- y su fiel perro, y una transexual echada para adelante.

La líder de la organización tiene un trabajo reservado para Murphy: ha de fecundar a cuantas más devotas mejor, y si para ello necesita una droga que lo convierte en una máquina sexual, pues sea. Claro que el pobre tipo, por más que se lo pase a tope en el cumplimiento de sus funciones, no está por la labor de ser esclavo sexual de una pirada. Así que emprende la huida junto a sus compañeros de cautiverio…

Visto el argumento, queda claro que este es un tebeo de desfase absoluto, y no solo en su planteamiento. Hay un desarrollo trepidante, lleno de acción a raudales, sexo en grupo, vísceras y humor. Ni un descanso, ni un momento para la reflexión; ‘La plaga verde’  no da tregua al lector. Aquí y allá se cuelan conceptos de obras como  ‘El día de los trífidos’, Frankestein o Mad Max. Todo eso está ahí, pero hay una ausencia. Frente a obras de  género postapocalíptico que tratan de explorar la naturaleza del ser humano al llevarlo a situaciones límite, o que incluso buscan transmitir algún tipo de mensaje, aquí solo hay acción a toda velocidad. Todo ello con un dibujo efectivo, dinámico, elástico casi, acompañado de un color vivo.

‘La plaga verde’ es un artefacto de entretenimiento puro que se lee en un suspiro. Tan rápido se devora, que, al pasar la última página queda sensación de vacío. Porque no deja poso -ni intención que tiene de hacerlo-, no hay ese ‘algo más’ que se puede esperar de este tipo de historias. Por eso, siendo un tebeo extremo, no es, como decíamos al principio, ni una obra maestra ni un pufo. Es un muy buen cómic para pasar un rato genial viendo pasar locuras ante los ojos, que ya es bastante.

Mención especial merece la labor de Ninth Ediciones, joven editorial especializada en textos divulgativos y teóricos que con esta obra dio el salto hace unos meses a la publicación de cómics. ‘La plaga verde’ es una edición pulcra, un poco mayor en dimensiones de la original francesa, si bien es algo que no sobra en un tebeo tan espectacular.